6.12.11

A Tormenta Dos...

Pensé que estabas dormida,
pero en realidad estabas soñando,
es decir que nuestra historia la reinventabas,
que borraste la lluvia, y los truenos,
pero te quedaste con los relámpagos,
que por más que quisiste robarte el viento,
el hielo derrapaba por tu alma.

Y no es que extrañe al sol en mi cara,
sino que me gana la claustrofobia en tu cielo tan cerrado,
me desubico, desentono, me tambaleo, me destierro.

La ventisca duele, el granizo entumece el aliento,
las nubes bajan para llenar de grises la sonrisa,
y sin embargo entiendo que el frío lo inventas para que busquemos nuestro calor,
que fabricas tormentas por que te gusta la calma como consecuencia.

¡Bendita presión atmosférica, que todo lo puedes!

JLS, en medio de una tormenta





12.10.11

Idea fija

Sí de lo que se trata es de darle voz a las cosas que me rodean, perderme en los detalles no debería ser tan desgastante. Perderme para encontrar otra puerta, otro camino, otros ojos, otra fotocopia, otro enlace.

Sin volver a empezar, sentirse algo nuevo; dejar escapar la pertenencia a lo que no conduce a nada. Estirar la mano y rozar la idea de regresar a donde nunca estuve, aunque jamás debí haberme ido.

¿Qué más sigue? ¿Cerrar los ojos y atragantarse con el nuevo paso? ¿Pisar de puntas? ¿Correr hasta la siguiente orilla?

Pelearme con mis sensaciones, ¿Ó mejor con mis desazones? Morirme por un puñado de ilusiones que quizá no valgan la pena como sueños, ni como vanas aspiraciones.

¿Pero quién tiene el futuro comprado? Cuando el pasado ya fue hipotecado de manera errónea, no hay tiro certero por que se han robado el blanco. Disparos al paisaje intestado.

Pulsar crípticamente para esconder el fuego y la sangre; para nublar la luz sólo falta una fuente que altere su jaula.

No hay sentido, ni dirección, ni objetivo, ni meta, ni compromiso, ni punto final...sólo una idea sin forma en un barril sin fondo.

30.6.11

En los tiempos ajenos...

...me procuro encontrarte,
me regalo el instante en que volteas,
y tu retina obtura la luz que me envuelve.

En los rincones oscuros de tantas caras extrañas,
me busco el reflejo que emites,
para sentir el eclipse de tu calor en mi alma.

Y no es que me permita un lujo arrendado,
es que necesito agarrarme de tu escencia,
por que me disuelvo alejado de tu mirada.

Y no es que me quiera morir en tus brazos,
es que simplemente el aire sin tu aroma, me asfixia;
ó el sonido de algún latido que sin tus gritos, me enloquece.

Me daré permiso para suplicarte un rato, sin rogarte;
para intentar hacerte reír, sin llorarte;
para raptarte un día, sin robarte.

Hoy me mataría por ti, sin dejar de vivirte;
y podría hasta tirarme al piso, sin chantajearte;
haría lo que fuera para tenerte un rato,
aunque el orgullo me impida decir: ¡Cómo me haces falta!

JLS, inexpresivo

24.5.11

Tú, que pudiste ser cualquiera,
que invadiste con tu boca mi rutina,
que usaste tu cuerpo en mi frontera,
como cabeza de playa clandestina.

Tú, que llenaste mi pelo de ceniza,
que sofocaste el fuego con tu risa,
que me inundaste de arenas movedizas,
que maniobraste sin pudor por mi cornisa.

Tú, que empujaste el Mundo al infortunio,
que rompiste el tímpano del miedo,
que atrapaste el sol en su solsticio,
que inflamaste la cúpula del trueno.

Tú, siempre tú...aunque pudiste ser cualquiera,
elegiste ser mi bandera, mi estandarte, mi tótem, mi lingote, mi moneda, mi corona, mi copa, mi guirnalda, mi medalla, mi promesa más certera.

Mi Tú...

17.2.11

El extraño caso del Gigoló pobre y la Meretriz menopáusica

Parecía otra noche más de terror, del terror de saber que nada pasaría. Ya eran más de 3 años de que el negocio se había ido al caño. Nadie entraba a ese prostíbulo inmundo; las chicas, que llegaron a ser suyas, habían emigrado al Salón de Table Dance de la acera de enfrente, donde tenían más éxito (es decir, ganaban más dinero). Y hoy ahí estaba él, sólo, sin nadie que estuviera tomando, ó bailando, ó encendiéndose. Solo una chica que acaba de llegar a la gran ciudad y que seguro se iría en menos de un mes, estaba ocupando uno de los cuartos. De pronto, apareció en su mesa, aquella que había sido su estrella 20 años atrás, esa misma que de tanto ajetreo, le ayudó a construir la fama de ese lugar, donde iba medio mundo: políticos, artistas, empresarios, maestros, deportistas, turistas y hasta ministros de culto religioso. Esa misma a la que en estos tiempos, las hormonas del amor la habían abandonado.


Comienzan a compartir una botella de whisky, además de la pena mutua que era ya no tener el éxito de antes. De pronto, ella sonríe como inspirada por el mismo demonio. Le propone un plan a él, le cuenta los pormenores, pasando de la incredulidad a la soberbia, decide cerrar el trato con ella. Sabía que vendría algo bueno para ellos.


Al día siguiente, ella pone una manta donde anuncia una serie de promociones que harían más atractiva la experiencia de pasar por sus piernas. Primero es un viejo al que le gusta pasear a su perro, luego una señora que va regresando del mandado, y los pocos minutos todo el pueblo ya murmuraba acerca de la última linea en su manta: "Si eres eyaculador precoz, pregunta por el descuento que le doy al alcalde".

El dueño del sitio, sale al corredor sorprendido de ver a la muchedumbre expectante que no dejaba de mirar la manta. Se acerca a ellos, la lee cuidadosamente; como poseído se lanza adentro del hostal y sólo se escuchan sus pasos subir la escalera. Patada a una puerta, gritos, vidrios rotos, y de nuevo sus pasos bajando la escalera. Y de pronto aparecen por el umbral, él jaloneándola y sacándola del lugar.

Ella le pregunta ¿Por qué?. Él le contesta que no va a permitir que se ventilen las intimidades de sus clientes, que en 20 años de negocio la discreción era su fuerte, que tenía un pacto entre caballeros con cada uno de sus clientes, que él había sido el artífice que hacía posible la realización de tantas fantasías y el responsable de que jamás se revelaran las perversiones y fetiches de sus parroquianos.

Ella le dice que está equivocado, que no está revelando nada, que le da la oportunidad de rectificar. Voltea a la muchedumbre y les pide apoyo a cambio de ofrecer sus servicios con descuento si logran convencer a su jefe de volverla a aceptar. Comienzan las rechiflas, las arengas, los insultos. El dueño del lugar les increpa diciendo que tiene pensado cerrar el negocio por que ya nadie va. La gente le promete regresar si él antes reinstala a esa mujer madura que aún vendiendo su cuerpo, jamás se rindió ante nadie.

Trato hecho. Risas, aplausos, porras, entrada triunfal, todos adentro, la felicidad total...del incidente ya pocos se acuerdan, sólo de vez en cuando, la esposa del alcalde creé escuchar murmuraciones a sus espaldas.

FIN


JLS, sin más que agregar

9.1.11

Palabras más, palabras menos...

...tendría que escribir más a menudo, si en verdad como dices preferirías que no existiera a no tenerme; si en verdad como digo preferiría no existir a que me tengas de esa forma.


Una serie de palabras bien escogidas y mejor ordenadas, son suficientes para calmar la impaciencia que dejas cuando no estas a mi disposición; la misma impaciencia que me abruma al filo del momento del día donde la caprichosa felicidad debería aparecer al menos por unos minutos y cambia la agenda discrecionalmente.


Las palabras que usamos y la manera en que las usamos, si bien no nos definen, nos radiografían el interior; pero hay que ver la placa a traslúz, y sobretodo hay que tener el conocimiento para saber interpretarla.


Y cuando las palabras se ausentan, cuando tenemos un silencio de nuestro lado, ya no ocupamos ese lapso para pensar mejores palabras, ó mejores usos para las palabras, ó mejores combinaciones de las palabras. Si hay escritas una cantidad infinita de palabras, existe también un universo infinito e incontable de cosas por decir, por escribir, por tuitear.


Y si nos quedan tantas palabras por decir, ¿Por qué siento a veces que ya no hay mucho que escribir? No me atrevería a decir que ya escribimos todo lo que pudimos, pero si creo que hemos reciclado las mismas palabras y ya se nos agotó la creatividad. Los silencios son cada vez menos necesarios, pero sí increíblemente más rutinarios. Extraño cuando me escribías para describirme, cuando llenabas los espacios en blanco con palabras certeras y de una cacofonía sutil.


Lléname de palabras para que te pueda disfrazar de murmullos, lléname de silencios para que te pueda devolver mis miradas, lléname de súplicas para que te pueda arrancar mis ruegos, lléname de ti para que no muera el nosotros.


Palabras más, palabras menos...


JLS, sin palabras