31.3.10

Un Secreto de Familia

Por José Pablo Santisbón Álvarez


Toda familia tiene un personaje extraño, como un tío rico que te regala cosas padres o un tío bonachón que cuenta chistes verdes. En éste caso mi tío Tomás es un duende. Antes no me había dado cuenta, pero conforme pasaba el tiempo no se hacía alto ni viejo.


Me llamo Pablo, tengo 10 años y ese día cambió por completo mi vida.


Comenté con mi tía Alma (tía abuela) que el tío Tomás parecía no cambiar en nada, entonces ella dijo – es tiempo de que te cuente el secreto de la familia. Me contó que cuando eran jóvenes ella, mis bisabuelos y sus otros 8 hermanos incluyendo a mi abuela, fueron de paseo a las lagunas de Zempoala, todo el día jugaron e hicieron un picnic. Cuando no se dieron cuenta, un duende (si leyeron bien), un duende se coló y se escondió en el auto. En la noche ya de vuelta en su casa, ella, mi tía Alma, vio una cosa chiquita que se metió a su cuarto y se escondió debajo de su cama. Creyó que soñaba y despertó a Dani, que tenía 5 años y dormía con ella, para que se asomara debajo de la cama. Lo hizo adormilado, le respondió, “hay un duende” y se volvió a dormir. Se puso a gritar como loca, se levantaron todos, prendieron luces, al descubrir al duende y ya pasado el susto, lo adoptaron como uno más de la familia y le pusieron Tomás.


Luego platiqué con el tío Tomás y él gustoso me contó cómo era el lugar en donde vivía. Un bosque hermoso, verde y frondoso; en él había varias lagunas cristalinas y llenas de peces. Se le notaba al hablar que añoraba mucho su casa y me pregunté por qué nunca había vuelto, la verdad, después me enteré que la familia se había encariñado tanto con él que les había dado miedo regresar y que Tomás no quisiera volver con ellos.


Junto con mi hermana y mis primos ideamos un paseo a dichas lagunas para conocerlas y de paso llevar al tío Tomás. El día de paseo llegó y junto con mis tíos, papas, hermanos y primos llegamos al tan sonado bosque. Pero cuando llegamos, el tío Tomás se sorprendió. Lo alcance a ver como petrificado diciendo - ¡ay mi bosque! Descubrimos al bosque lleno de basura, los ríos y lagunas casi secos y sin peces. El tío Tomás se nos desmayó, lo entendí perfectamente, era una tristeza ver ese bosque una vez hermoso, ahora seco y talado, lleno de basura; muy triste y desconsolador.


Lo llevamos al hospital, los doctores concluyeron que estaba como en shock y que tenía que quedarse en el hospital por un tiempo.


Yo estaba muy triste pero decidí que tenía que hacer algo y entonces junto con mi familia, amigos y todo el que se quiso apuntar regresamos a las lagunas de Zempoala cargados de palas, bolsas, arbolitos y todo cuanto fuera necesario para intentar hacer algo por aquel bosque. Bien dicen que la unión hace la fuerza porque entre toda la gente que fuimos limpiamos basura e hicimos tanto barullo que hasta las autoridades del lugar decidieron ayudar y nos mandaron un camión de basura y una persona especialista en peces para asesorarnos en cómo devolverle la vida a las lagunas. Limpiamos, sembramos, hablamos con los lugareños y creo que hicimos un buen trabajo tratando de convencerlos de que cuiden el bosque y todo lo que lo rodea. Nos salió todo tan bien que hasta la naturaleza nos ayudó enviando lluvias. Entre todos le devolvimos la vida a éste lugar. Creo que falta tiempo para que el bosque recupere todo su esplendor, pero es un buen comienzo.


Junto con la salud del bosque, el tío Tomás recobró la suya, le platicamos nuestros logros, se emocionó muchísimo y cuando se recuperó por completo nos pidió que lo volviéramos a llevar. Cuando regresamos sus ojos se le llenaron de lágrimas pero esta vez de felicidad. Tomó una decisión, se iba a quedar en su bosque para cuidarlo y no dejar que se volviera a caer. Me dio tristeza pero entendí que eso era lo que él tío Tomás quería. También sabía que cada que fuéramos de paseo lo veríamos y así estaríamos atentos al buen estado de nuestro bosque, porque también lo adoptamos, así como mi familia adoptó hace mucho tiempo al tío Tomás.