17.8.14

Los Invisibles

"¿Por qué escogiste un lugar tan visible?" -dijo ella con cierta preocupación.
"No sabía que debíamos ser invisibles" -respondió él con un dejo amargo.

No podía aclararle que lo que más deseaba en ese momento era abrirse de un tajo y dejar sacar las entrañas que llevaban meses queriendo salirse del aquel torso inabarcable. ¿Cómo podía explicarle que moría de la sed de agarrarla y apretar hasta el extenuación infinita?. Y de inmediato ese rayo interno que baja del pecho a los pies y termina tronando en la cabeza, el letargo de la lengua, el vidrio empañando la retina, el moho sulfatando las articulaciones, el quejido de las glándulas, el despertar desahuciado. 

Una mirada profunda hacia el techo, una mueca furtiva en el instante que ella se acomodaba en aquel gabinete estrecho y por demás insensible. Buscaba el reflejo en la ventana de un taxi que en la calle acechaba el cambio de color de aquel semáforo infame y lento que parecía haber sido diseñado por un daltónico. El taxi reflejaba una figura de Botero que en sentido contrario transitaba por la acera y que en un breves instantes pasaría por el frente del ventanal del restaurante, tapando su deforme versión refractada. 

"¡Qué ganas de salir corriendo!...bueno, caminando". Hace tiempo que se habían intercambiado miradas de atracción por un rechazo consensuado y no invasivo. La imposibilidad del florecimiento de una Historia en común, de la germinación de un principio que nunca quiere llegar al fin, del eterno desamor compartido y coincidente. Sabían las reglas de aquel juego, de la crueldad del medio ambiente aleatorio que los había juntado en un mundo ajeno pero a la vez necesario.

¿Cómo puede haber futuro en un presente que antes de empezar ya huele a pasado?. El primer tiempo dio paso a un plato fuerte, casi 10 minutos y ni una palabra, sólo un ligero cruce de incómodas miradas. El tiempo flotando en la delgada capa de la certeza que corroe los escrúpulos y los miedos.

"¿Café? -pregunto ella como queriendo dar por terminada aquella comida tan desesperanzada.
"¿Por que no? -dijo él fingiendo tener corteza de corazón de banquero.

Ese aroma inundó el silencio, cada taza en la mano derecha, sorbos cortos, contacto visual continuo, la tazas sujetadas sin reposar en sus platos, otro sorbo simultáneo, otra sonrisa, tres suspiros, otro sorbo, una cerrada de ojos, pero ni una palabra.

Una segunda taza, la cuenta, el pago, la duda mimetizada en la seguridad de no estar cometiendo un error tan anhelado como imposible. Era mejor esta rutina descompuesta que la distancia desabrida de ignorar lo que adentro atormenta y revuelve. 

¿Quien dijo que la respuesta está en el viento?, la verdad se toma líquida. El regreso al mismo edificio, diferentes ascensores, los pares no copulan con los impares; un adiós en forma de sonrisa y de elevación de frente. La certidumbre de saber que al día siguiente sería exactamente lo mismo.

JLSA, mirando desde otra mesa
17/8/2014

13.6.14

Partiendo...

...desde el origen y hasta el fin, 
subiendo por los valles de tu ánimo,
creciendo en el impacto de tus cuentos, de tus fábulas y de tus leyendas.

Si muriera en el exceso de buscarte,
si rompiera el espacio que alarga tu mirada,
si me atrapara tu calma y me liberara tu ansia,
partiendo desde antes del hito y hasta después de tus etapas.

Y en el borde del instante, 
justo donde se pierde mi desatino,
una promesa que nunca podré decir,
unos brazos que no se abrirán.

Partiendo desde el infinito,
y llegando hasta el vacío que resuena en mi alma,
acudo a mi incapacidad insensible,
para no ahogarme de tu ausencia.

JLS, 090714